El Imperio de la IA, según Karen Hao

Imperio de la IA de Karen Hao

Mañana miércoles 26 noviembre es el lanzamiento, en español, del libro de la periodista Karen Hao titulado El imperio de la IA: Sam Altman y su carrera por dominar al mundo por la editorial Península. Uno de los mejores libros que se han escrito sobre la historia de OpenAI, empresa creadora de ChatGPT, y sobre la industria de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG). La escritora Karen Hao norteamericana de padres chinos, reportera de The Wall Street Journal en Hong Kong y la editora especializada en la IA en la prestigiosa revista  MIT Technology Review, periodista de profesión e ingeniera de formación fue la primera en lograr entrevistar a los miembros fundadores de OpenAI, en el año 2019. En un momento donde OpenAI era una empresa sin ánimo de lucro y que su nombre “Open” significaba que su investigación sobre la IA era de código abierto o accesible a todo el mundo, en contraposición a Google y su DeepMind, creadores del sistema Transformer y con un objetivo claro: ganar dinero con la IA.

Pero desde entonces, OpenAI se ha convertido en todo lo contrario: ha dejado de ser un laboratorio de investigación para ser una empresa que persigue un beneficio, como cualquier empresa, y que ya ha dejado atrás su vocación altruista. Debido a la desilusión que parece haber tenido en Karen Hao, el devenir de la empresa OpenAI y de su CEO, Sam Altman, el libro es muy crítico y no solo con OpenAI.

Para Karen Hao el desarrollo contemporáneo de la inteligencia artificial no constituye simplemente un capítulo más en la historia del progreso tecnológico, sino que representa una nueva forma de imperialismo. Si habéis leído algún libro sobre la IA o simplemente leéis artículos que hablen sobre el tema lo más normal es que leamos narrativas sobre la IA que oscilan entre los optimistas o boomers  («la IA resolverá todos nuestros problemas») y el alarmismo apocalíptico («la IA nos destruirá») o doomers. Karen rechaza ambos extremos y propone la IA como instrumento de dominación geopolítica y económica, como herramienta de acumulación de poder que sigue patrones históricos perfectamente reconocibles. Para la autora la industria de la IA en general y OpenAI en particular funciona como un imperio y nos explica a partir de 4 razones:

1) La Apropiación de Recursos

Los modelos de lenguaje como GPT-3 o GPT-4 se entrenan con cantidades astronómicas de texto: libros, artículos, conversaciones en redes sociales, código de programación. Este material constituye el trabajo intelectual (derechos de autor) de millones de personas: escritores, periodistas, programadores, usuarios de internet que nunca consintieron explícitamente que su producción creativa o informativa fuera utilizada para entrenar sistemas comerciales.

Esta dinámica recuerda irresistiblemente a la lógica de la encomienda colonial o de la doctrina del terra nullius: primero se toma el territorio (o los datos), luego se construye una justificación jurídica o filosófica para legitimar la apropiación. Las empresas de IA argumentan ahora que el entrenamiento de modelos constituye un «uso justo» (fair use) del material protegido por derechos de autor, una reinterpretación de la ley que, de ser aceptada, representaría una transferencia masiva de valor desde los creadores hacia las corporaciones tecnológicas.

Pero la apropiación no se limita a los recursos digitales. Karen Hao dedica páginas esclarecedoras a documentar el consumo de recursos físicos: la tierra necesaria para construir centros de datos masivos, el agua utilizada para refrigerar los servidores (cada consulta a ChatGPT consume, según algunas estimaciones, medio litro de agua), la energía eléctrica cuya demanda crece exponencialmente.

2) La Explotación Laboral a Escala Planetaria

Aquí, la autora despliega un periodismo de investigación impecable que recuerda otros trabajos de investigación como la de Naomi Klein.

La imagen pública de la IA es la de una tecnología casi mágica, producida por equipos de ingenieros brillantes en oficinas resplandecientes de Silicon Valley. La realidad que Karen documenta es radicalmente distinta: detrás de cada modelo de IA hay miles de trabajadores invisibilizados, frecuentemente en países del Sur Global (Sudamérica, África), realizando el trabajo sucio que hace posible la «magia».

El caso más dramático que presenta el libro es el de los moderadores de contenido en Kenia que trabajaron para hacer «seguro» ChatGPT. Estos trabajadores, subcontratados a través de empresas intermediarias, ganaban menos de dos dólares por hora mientras revisaban durante jornadas agotadoras contenido extremadamente perturbador: violencia gráfica, abuso sexual, discursos de odio. Su labor consistía en etiquetar este material para que los algoritmos pudieran aprender a identificarlo y filtrarlo.

La autora no se limita a describir estas condiciones; analiza el sistema que las hace posibles y lucrativas. El modelo de subcontratación permite a empresas como OpenAI mantener una distancia cómoda respecto a estas prácticas. Oficialmente, estos trabajadores no son empleados de OpenAI, sino de empresas intermediarias. Esta arquitectura corporativa no es accidental: está diseñada para maximizar la extracción de valor mientras se minimiza la responsabilidad legal y reputacional.

Karen establece un paralelo explícito con las plantaciones coloniales o las minas del Congo belga: sistemas económicos diseñados para extraer el máximo valor del trabajo humano al mínimo costo, aprovechando asimetrías geopolíticas de poder. La diferencia es que ahora la plantación es digital y sus productos son modelos de machine learning en lugar de azúcar o caucho.

3) El Monopolio del Conocimiento

Uno de los argumentos más sofisticados del libro concierne a la monopolización de las vías legítimas de producción de conocimiento en el campo de la IA. La «doctrina de la escala» promovida por OpenAI sostiene que el camino hacia la inteligencia artificial general (AGI) pasa necesariamente por construir modelos cada vez más grandes, entrenados con cada vez más datos y más poder computacional. Esta visión, que Karen califica de «deep learning maximalista», se ha convertido en hegemónica en la industria.

El problema es doble. Primero, esta aproximación requiere recursos que solo un puñado de corporaciones y estados pueden permitirse. Los costos de entrenar modelos de última generación se miden en cientos de millones de dólares. Esto significa que el desarrollo de la IA queda automáticamente restringido a un club exclusivo de empresas con un músculo financiero brutal, como es el caso de las Big Tech.

Segundo, al establecer esta visión como paradigma dominante, OpenAI ha ahogado efectivamente caminos alternativos de investigación. Enfoques que priorizan la eficiencia sobre la escala, la interpretabilidad sobre el rendimiento bruto, o la descentralización sobre la concentración de poder, quedan marginados. No porque hayan sido refutados científicamente, sino porque no cuentan con el respaldo institucional y financiero necesario para competir en el nuevo ecosistema.

Karen documenta además cómo OpenAI, que nació con un compromiso explícito de transparencia y apertura (de ahí el «Open» en su nombre), se ha vuelto progresivamente más cerrada y secretista. La empresa dejó de publicar gran parte de sus investigaciones, justificando esta decisión en términos de «seguridad» y «responsabilidad». Pero el efecto real, argumenta la autora, es consolidar una ventaja competitiva y sustraer el desarrollo de la IA del escrutinio público y académico.

Esta dinámica replica perfectamente el patrón imperial de monopolizar no solo recursos materiales, sino también el conocimiento y las narrativas sobre cómo debe organizarse el mundo. Los imperios coloniales no solo extraían riquezas; también imponían sistemas educativos, formas de conocer y clasificar la realidad. El imperio de la IA opera de manera análoga: no solo construye tecnología, sino que define qué es la IA, cómo debe desarrollarse y quién tiene autoridad para participar en esa conversación.

4) La Narrativa de Superioridad Moral

Los imperios no se sostienen únicamente mediante la fuerza bruta o la explotación económica; requieren también narrativas legitimadoras, historias que justifiquen moralmente su acumulación de poder y la subordinación de otros.

Primero, debemos estar atentos contra el enemigo: China, caracterizada como un estado autoritario que utilizaría la AGI para oprimir; Google, retratado como una corporación irresponsable que pondría beneficios por encima de seguridad. Por ello, para ganarles la guerra a los “malos” todo es válido: la apropiación de datos, la explotación laboral, el secretismo, la concentración de poder.

¿Cuáles son las conclusiones que extraemos del libro?

OpenAI no es simplemente una empresa más; es la organización que ha definido el rumbo de la industria en los últimos años. Comprender OpenAI es comprender las fuerzas que están moldeando el futuro de la IA. Al mismo tiempo, la autora tiene cuidado de no presentar a OpenAI como una excepción o una manzana podrida; más bien, la empresa aparece como la expresión más pura de dinámicas que atraviesan toda la industria.

El libro está fuertemente enfocado en Estados Unidos y, en menor medida, en el contexto anglófono. Otras tradiciones y geografías de desarrollo de IA —Europa, China, India— aparecen principalmente como telón de fondo o como antagonistas en la narrativa de OpenAI. Esto es comprensible dado el enfoque del libro, pero significa que su diagnóstico del «imperio de la IA» es más bien un diagnóstico del imperio estadounidense de la IA.

«El Imperio de la IA» aparece en un momento histórico particular. ChatGPT irrumpió en la conciencia pública en noviembre de 2022, desencadenando lo que algunos han llamado la «fiebre de la IA generativa». Desde entonces, hemos visto un frenesí de inversión, desarrollo e implementación de sistemas de IA en prácticamente todos los sectores de la economía.

En este contexto, el libro de Karen Hao funciona como un necesario baño de agua fría. Mientras buena parte del discurso público sobre IA oscila entre el deslumbramiento y la ansiedad por la automatización del empleo, Karen nos recuerda que debemos prestar atención a cuestión fudamental: ¿Quién gobierna la industria de la IA?

Desde Gana Inteligencia, los asesores en IA, os aconsejamos la lectura del libro, sobre todo si os interesa lo que se cuece detrás de lo que vemos o leemos a diario sobre la industria de la IA. Si os gustan este tipo de libros tampoco os perdáis uno que vale mucho la pena y con un tema aún de impacto en los Estados Unidos, titulado El Imperio del Dolor de Patrick Radden. Aunque es más largo que un día sin pan, también vale la pena.

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